Skip to main content

Ser maestra o comunicóloga

Cuando aún era estudiante de ciencias de la comunicación quería dedicarme al guionismo, a la escritura, al periodismo de investigación. Fui periodista, soy escritora en mis ratos de ocio y el guionismo, lo he dejado de lado por el momento.

Soy maestra, han de decir aquellos que me conocen que es lo más común en mi familia y que, una no puede estar lejos del redil, “de tal palo, tal astilla”; pero lo cierto es que lo menos que yo quería era dedicarme al magisterio. Mis padres y abuelos paternos fueron maestros, mis tíos, en su mayoría se dedicaron al magisterio, aún lo hacen algunos. Pero yo odiaba ver a mis papás trabajando tanto por tan poco, las largas jornadas de trabajo que no paraban en la escuela, continuaban en casa, los exámenes – esos los odio hasta ahora -, estar hablando por horas frente a un grupo y aparte, gastar parte de tu dinero en ellos. ¿Qué era eso? ¿Dónde estaban las ganancias? ¡Vaya fiasco! ¿Quién quería ser maestro? Pues yo, decía tácitamente, No.

¿Cuándo cambió esto? La verdad es que no sé a ciencia cierta, sólo sé que amo el estudio forzado, es decir que me pongan a prueba continuamente, que tenga que actualizar mis conocimientos, mi modo de ver el mundo, la convivencia y el estar con las personas.

Debo decir que llevo frente a grupos varios años, que mis padres me dieron la posibilidad de practicar con niños de primaria en áreas como danza e incluso mi papá confió en mí para impartir clases a mis escasos 11 años, a niños de primero de primaria que no conocían lo mismo que yo. Ahí comprendí la importancia de contextualizar a las personas y darles una misma realidad; además de que, ponías a su nivel los conocimientos. Tal vez por eso mis ejemplos son burdos, curiosos e incluso demasiados simples, para que todos podamos entendernos.

Mis primeros trabajos significativos después de egresada fueron detrás de un escritorio dónde la única certeza era entregar resultados al fin del día, papeleos
interminables, responder llamadas, juntas que no tenían un tema en concreto y que se lían por horas hablando de todo y nada, dónde no resolvíamos ni llegábamos a nada, sólo a acordar otra junta para seguir con el tema que nunca acabaría. Pero llegó una oportunidad en una universidad fuera de la ciudad y allá me fui. Viajes diarios de una hora, con lluvia, calor, soledad y hasta hambre y sueño, pero allá iba. Sintiendo que podía recorrer y cambiar el mundo desde las aulas. No era poderosa, era diferente en un mundo donde todos se dedicaban a dar clases teóricas, preguntaba dónde nadie quería ser cuestionado. Veía películas cuando nadie le veía la importancia a esto, pero les abría la mente para comprender la imagen.

Ahí, un contador, una persona ajena a mi mundo humanista me vio y me dio la gran oportunidad de estudiar la maestría por una bicoca, era nueva y solo a los maestros que tenían más de 3 años trabajando se les daba esa beca; fui afortunada. El contador Darío (EPD), comenzó, sin saberlo, mi transformación, especialización y pasión por un área que de verdad considero importante en la vida de todos nosotros: la docencia. Ya que, siendo maestros impactamos vidas y como alumnos somos permeados por múltiples pensamientos.

Después de la muerte del contador, las cosas cambiaron, comenzaron a ver el negocio en donde las personas, los estudiantes, eran realmente los importantes. No les interesaba preparar a sus docentes, ni sus docentes, no querían ir adelante. Así como estaban, estaban bien. No era necesario ver a las personas, si no los números. Afortunadamente, a la fecha, la dirección ha cambiado; sin embargo, ese pensamiento me alejó de manera abrupta de aquella institución.

Vagué algún tiempo en espera de otra oportunidad, incursioné en otros proyectos de interés personal y, me llamó el CONACULTA pera impartir talleres aquí en Guanajuato, entre otras cosas. Pero, un día, mágicamente llamó la persona que menos pensé me hablara por teléfono: la coordinadora de la carrera de
comunicación de la Universidad Santa Fe, para dar una clase. UNA CLASE ¡brincaba de felicidad! ¡Regresaba a mi Alma Mater!, no podía creerlo. Ese semestre era una clase, al siguiente dos, luego tres, hasta tener medio tiempo y ser un comodín, como me llamo a mi misma y no por servir para todo, sino porque a nada le digo que no. Los retos son parte del quehacer docente. Pero, ¿por qué es maravilloso ser maestro? fácil. Porque los chicos te dan parte de la vitalidad, te contagian de su alegría. Te preocupas por ellos cuando los ves mal, ves a las personas con sus diferencias y así las aceptas, respetas e incluso te encariñas con ellos. No es necesario dar una clase complicada o que aprendan los conceptos al 100%, deben de comprender la vida, a ellos mismos, su pensar, a dilucidar qué es lo que desean hacer del resto de su vida. Porque intelectualmente aprendes día a día, te retan, te preguntan y cuestionan para saber cuánto sabes. Discutes con ellos sobre cómo ven el mundo y aprendes día a día algo nuevo. Nunca dejas de crecer, de aprender y de maravillarte sobre lo que saben o quieren saber los chicos.

Dicen, que es difícil tratar a chicos de prepa o de licenciatura, yo creo que lo verdaderamente complicado es no escucharlos, no aceptarlos, no intentar comprenderlos. Como docente sé que no me haré rica a nivel monetario, pero las satisfacciones de un abrazo sincero, una carta, una plática, un dulce o un simple hola que desencadena una charla de horas, da más a mi alma y a mi quehacer como docente que todo el oro del mundo, no excluye que el dinero es una buena recompensa de las horas invertidas en preparar clases.

¿Maestra o comunicóloga? La verdad es que soy ambas, trato de empatizar, entender, comprender y conocer a mis estudiantes que son sujetos de estudio y yo lo soy con ellos, nuestra comunicación se torna en importante, esencial. y maestra, lo soy cuando estoy tratando de compartir lo que sé con otros y más,
cuando esos otros me enseñan algo que antes yo no sabía. Y a pesar de que muchas veces me he sentido derrotada, siempre hay algo que me vuelve a llamar
por el camino de la docencia y ese algo a veces es simplemente una sonrisa de los alumnos.

  • Visto: 217